domingo, 3 de enero de 2016

Una fotografía.

El agua corría por mi cuerpo. Pensé la bronca que me iba a echar mi madre cuando saliera e, instantáneamente, estuve en el mismo cuarto de baño 7 años atrás. Era raro. Era como ser un fantasma. Vi a una niña de apenas 7 años,desnuda, descalza, sobre un suelo de helados azulejos, vi que había nieve en la ventana, vi cómo esa niña agachaba la cabeza, triste, mientras se ponía de perfil frente a unos adultos que sostenían una cámara de fotos. La mujer le gritó que no metiera tripa y la niña, llorando susurró que no lo hacía pero hinchó la tripa para contentar a aquella iracunda mujer. A la vez que sonaba el "click" de la cámara, una solitaria lágrima resbalaba por la triste carita de la niña. ¿Cómo iba esa pequeña a saber que esa foto sería objeto de burla durante tantos años? Un escalofrío recorrió mi espalda, devolviéndome al presente. Una imagen vale más que mil palabras... Ojalá se me hubiera ocurrido guardar aquella fotografía para que el juez viera claramente la culpabilidad de esa mujer sin pedirme mil palabras. Aquella noche de invierno, mi corazón se heló para siempre y comencé a odiar mi cuerpo.
Lisístrata.

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