lunes, 24 de noviembre de 2014

17

Mirándolo puedes pensar que sólo es una cifra, pero, es más.

Es la exigencia por parte de los adultos de que maduremos, de que nos metamos en su rígido traje y rechacemos la juventud que todavía no hemos comenzado a vivir. Es amarrar a tus amigos con cadenas de hierro junto a tí, simplemente por el miedo a que un día les busques y no los encuentres, a olvidaros las risas por el camino, a que tardes inolvidables se vuelvan aburridas, a que se vaya esa parte esencial que te da cada uno, pero, sobretodo a perderlos. Es salirse del camino para tomar un atajo que nos saque de la rutina en la que han basado nuestra vida. A los 17 pedimos libertad para tomar decisiones, porque podemos errar, es verdad, pero también podemos encontrarnos a nosotros mismos en ellas. Es la época en la que te dan alas y al mismo tiempo te las quitan haciendote vivir en un círculo vicioso de libertades y restricciones, y a esto se le suma el que a veces te traten como a un niño y otras como si en el segundo en el que has dejado de bailar con tu mejor amiga te hubieses convertido en adulto y tuvieses que metamorfosearte en una persona que carece de sueños y sonrisa. Es cuando quieres gritar: "No venimos con instrucciones, dejadnos improvisar." Es el tiempo en el que el mundo te pide respuestas y tú solo albergas preguntas. El día a día se resume en contar cuanto te falta para la mayoría de edad, cuando según la leyenda comienzas a vivir, aunque nosotras ya estamos haciendolo porque el tiempo se nos escapa de las manos como granos de arena y no se debería esperar a una fecha para comenzar a disfrutar cada latido de nuestro corazón. Hay dos clases de posturas al llegar a los 17: puedes cambiar tus sueños (o simplemente eliminarlos), dejar de ver la vida alegremente, dejar de disfrutar de los días de playa, de divertirte lanzandote al agua con tus amigas, dejar de ver la magia a la vida... Cambiar todo por una silla y una mesa, o puedes simplemente disfrutar como lo llevas haciendo 17 años. Es la etapa en la que se nos debería permitir enamorarnos, llorar, reír, equivocarnos, gritar, cantar... Porque a lo mejor no tenemos otro momento para hacerlo.
No deberíamos renunciar a lo anterior, a todo lo que ha influido en nuestra forma de ver el mundo, y la única razón por la que tendríamos que hacerlo, es por la eterna prisa de los adultos.

Desde Madrid,
KP.



4 comentarios:

  1. Me ha encantado tu escrito acerca de los 17 años; yo también estoy de acuerdo en que es el momento de saborear y disfrutar de tantas cosas y momentos que con el tiempo, cuando somos mayores probablemente no podamos hacer, y que las echaremos de menos.

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  2. Es en esa época cuando todo se pone del revés. Buena reflexión

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