jueves, 27 de octubre de 2016

Querida adolescencia

Querida adolescencia:
Sé que ahora estarás comprobando que esta carta tiene el mismo remitente y la misma firma que la carta que recibió Infancia hace uno o dos días y estarás pensando cómo reflejar tu enfado al ser la segunda, cómo dejar claro que tú ya no eres tan inocente y que te das cuenta de las injusticias, de las desigualdades.
Tú llegaste demasiado pronto a mí. Te precipitaste al ver tanto dolor, tanto silencio ante tantas cosas… Y pasé grandes momentos contigo, me divertí superando grandes retos, me entretuviste con ideas rebeldes para protestar con lo que nos parecía injusto. Me enseñaste a ver la parte mala y a luchar por cambiarla con los medios disponibles, a tratar de superar las adversidades. Cada instante contigo fue intenso, inolvidable, increíble…
Pero tú siempre te empeñas en creer que tú eres la única capaz de ayudar a los jóvenes, les enemistas con mucha gente que puede que sólo quiera ayudar, sólo eres capaz de ver lo malo, crees que fijarse en lo bueno es algo propio de Infancia, no tuyo…
En vez de disfrutar los últimos años sin apenas obligaciones, te obcecas en quejarte de que aún no te tratan como la adulta que crees que eres. ¡Carpe diem, Adolescencia!
E, igual que a Infancia le propuse un trato, a ti te propongo otro. Va con toda mi buena voluntad, no pretendo herirte… tú no alejas a mis hijos de mí, no les haces tener una visión lejana de mí, les recuerdas en todo momento que yo siempre estaré con ellos para lo que necesiten (un hombro sobre el que llorar, un regazo sobre el que reflexionar, un oído sobre el que desahogarse…) y yo les invitaré siempre a hacer las locuras que sé que te gustan tanto. ¿Sí? No me falles, ¿eh?
Se despide, una rebelde que nunca te olvidará.
Lisístrata.

No hay comentarios:

Publicar un comentario