No quiero creer. No quería creer. Siempre me dijeron que yo era una princesa. Incluso cuando no quise serlo, yo quería ser guerrera. Me gustaba la idea de luchar contra lo malo. Pero no tengo madera de luchadora. Hay demasiado malo. Incluso en mí: soy fea, común, gorda y tonta. Por eso no me invitan a fiestas, no tengo verdaderos amigos, no puedo llevar ropa bonita y no tengo todo dieces en mis notas... Eso dice mi madre y una madre nunca miente, ¿no? Dejaré la lucha para otros. Tengo unas afiladas amigas escondidas en mi baño. Ellas están ahí cuando las necesito. Me hacen sentir viva. Quiero gritar cuando estoy con ellas en la bañera. Me relaja el rojo del agua. Son mis amigas, me tranquilizan y siempre quedamos para otra ocasión. En el colegio me escondo, se reirían de mí por tener esas amigas, estoy segura. Las personas son malas por naturaleza. O eso, o no conozco a ninguna buena. Seguiré siendo su amiga, seguiré siendo amiga de mis cuchillas.
Lisístrata.
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