miércoles, 29 de junio de 2016

¿Y la otra parte?

Todos los que se sepan el mito de Orfeo y Eurídice dirán "y Orfeo vio a su amada desvanecerse sin poder evitarlo" (o algo parecido) pero nadie que me haya contado esa historia me ha relatado la visión de ella. Nadie comenta lo agobiada que debió de sentirse al ser acosada, lo triste que se tuvo que sentir al verse en el Hades y la soledad y angustia que debieron de poseerla cuando se desvanecía siguiendo a su amado al girarse él. 
Cuando hay una catástrofe natural, rara vez alguien menciona a esas personas que, por completa casualidad, se fue de viaje lejos de ese lugar, dejando allí a su familia, viendo las noticias desde la televisión de un hotel, llorando la pérdida irrecuperable de familiares y amigos, la culpabilidad de haberles dejado solos, de ser ellos los únicos vivos de sus familias; eso tiene que doler mucho y nadie lo dice.
Un paralítico sufre bastante, en eso coincide casi todo el mundo. Pero una vez más nadie hace siquiera el amago de pensar un instante en las personas cercanas a él, en su madre que ve que su niño (tengamos la edad que tengamos siempre somos "los niños" de nuestras madres) pierde movilidad e independencia,  la impotencia de esa mujer al notar todas las miradas de pena y falsa comprensión hacia su hijo...
Porque Eurídice, las personas que estaban de viaje y esas madres son la otra cara de la moneda, la oculta. ¿Por qué no nos proponemos mirar un poco más allá? No estamos solos. No somos seres individuales. No sufrimos solos. No amamos solos. Miremos alrededor.
Lisístrata.

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